Imagina cambiar el mar por un mar de arena, y las olas por majestuosas dunas doradas bajo el sol del desierto… Así es el sandboarding o surf en dunas, una de las experiencias más emocionantes que puedes vivir en Marruecos.
Imagina cambiar el mar por un mar de arena, y las olas por majestuosas dunas doradas bajo el sol del desierto… Así es el sandboarding o surf en dunas, una de las experiencias más emocionantes que puedes vivir en Marruecos.
Zagora, la puerta del Sahara, te espera a los pies del Atlas, a 350 km al sureste de Marrakech.
Enmarcada por un paisaje de palmerales infinitos y suaves dunas, esta ciudad se alza en el fértil valle del Draa, un lugar cargado de historia y autenticidad. Antiguo punto de paso obligado para las caravanas que cruzaban el desierto, Zagora conserva ese espíritu viajero en su arquitectura tradicional, el inconfundible aroma a especias, su deliciosa gastronomía y la vitalidad de sus zocos.
Todo en ella es magia. Todo en ella es esencia, historia y perfume. Fes, ciudad imperial de Marruecos, es capital de la artesanía y centro de cultura y tradición. Su medina, la zona peatonal más grande del mundo y uno de los destinos más atractivos del país, nos ofrece miles de callejuelas sin coches donde perdernos, repletas de colores, vida e innumerables maravillas arquitectónicas escondidas tras los bulliciosos zocos. Principio o fin de la mayoría de viajes por Marruecos, Fez abre sus puertas al visitante sin fijarse demasiado en él, dejando que deambule sin rumbo en su laberinto de calles, apreciando la artesanía de la ciudad, descubriendo a cada esquina edificios revestidos de azulejos, majestuosas puertas, muros de adobe, madrazas y alfarería azul cobalto, entre burros, carruajes y pequeñas motocicletas que transportan mercancías.
En el barrio de los curtidores, acompañados de guías autóctonos, alguna angosta escalera nos llevará a las terrazas de los edificios, una talaya privilegiada para admirar el duro trabajo de estos artesanos que producen cuero y pieles en un escenario lleno de color. En cualquier ruta por las callejuelas de la medina, descubriremos preciosos palacetes donde podremos degustar la rica gastronomía de la ciudad, disfrutando de la hospitalidad de los marroquíes.
Viajar a Marruecos es sumergirse en una nueva cultura, de inmersión en el desierto caliente y sentir el frío glacial del Atlas en la cara. Se siente el calor de la gente de los paisajes desérticos inhóspitos. Es una tierra de la gente, de gente muy amable, con una cultura muy rica y antigua.
En la entrada del desierto, me esperaba un camellero llamado Aziz. Parecía un hombre simple pero más adelante descubrí que era un hombre profundo. Subí en el camello con paciencia y caminamos paso a paso a través de las dunas ardientes. Un paisaje impresionante. En el fondo, el campamento dónde nos alojaremos ¡Hermoso!